domingo, 2 de enero de 2011

Entonces? Entonces Nada,

Ahora bien ¿de que depende mi vulgaridad? ¿con que, con quien devo medirla, compararla?
Que la reconosca en mis acciones, en mis intenciones, en mis torpezas, no significa un econo especialente destinado a mi carácter.
Tampoco los otros (salvo inseguras excepciones) me parecen geniales. Sí, todo el mundo me parece vulgar, pero eso tampoco prueba nada, con excepción de que mi concepto de lo excelso, de lo destacable, de lo extraordinario no es nada vulgar; ya que lo reputo inalcanzable. ¿Entonces? Entonces, nada.


Fragmento "Quién de nosotros"
Mario Benedetti.

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